jueves, julio 27, 2006

Democracia... ¿Democracia?





Ante la pregunta sobre cuáles son los aspectos sustantivos de la democracia, nos encontramos con diversas respuestas, aunque, paradójicamente, los elementos enumerados no pasan de ser aspectos adjetivos, que nos indican formas de expresión de la democracia, y no una definición de la misma. Tal es así que, con la sola pronunciación de este concepto, concurren por lo regular las ideas de mayoritarismo, soberanía popular y sufragio, siendo que estos elementos pueden estar presentes en otras formas de gobierno, y constituyen más que nada -como ya se dijo- formas de expresión.


Por otra parte, la definición del concepto es aún más compleja, teniendo en cuenta que la vulgarización del término ha llevado a homologarla a "buen gobierno", incluyendo dentro de ella todos los aspectos deseables a la hora de caracterizar un régimen político ideal. De esta forma, es frecuente oír a los más diversos sectores atribuírse el monopolio de la democracia, y la correcta aplicación de la misma.


Pero... realmente, ¿qué es democracia?. Personalmente, prefiero la definición de Robert Post, quien afirma: “La democracia busca realizar los valores de la autonomía, los que en el contexto del Estado están asociados con la práctica de la autodeterminación. […]Resulta preferible decir que el valor del autogobierno requiere que un pueblo tenga la justificada convicción de que está involucrado en el proceso de gobernarse a sí mismo. La distinción es crucial, dado que enfatiza la diferencia entre tomar determinadas decisiones y reconocer determinadas decisiones como propias. El autogobierno se relaciona con la autoría de las decisiones, y no con su realización o confección”. En otras palabras, el ciudadano que forma parte de un régimen democrático, participa en la formación de las reglas que posteriormente lo regirán, estando por esto, en una situación de autodeterminación autónoma. Esta concepción encuentra un claro referente en el personalismo ético kantiano, dado el concepto de autonomía de la voluntad que este autor sostenía. Además, concuerda con el concepto de libertad política de Kelsen, a saber, “un sujeto es políticamente libre en la medida en que su voluntad individual está en armonía con la voluntad colectiva (o general) expresada en el orden social”. Como puede apreciarse, el ciudadano es quien elabora las reglas, en un proceso colectivo, en el que participa la sociedad toda.


Por otra parte, es importante que se conciba al otro como un igual, y es aquí donde el influjo kantiano puede apreciarse aún más, al afirmar LARENZ que

“el hombre, y en general todo ser racional, existe como fin en sí mismo, no sólo como medio para usos cualesquiera de esta o aquella voluntad; debe en todas sus acciones […] ser considerado siempre al mismo tiempo como fin”.

En una democracia moderna, por lo tanto, los ciudadanos son libres de involucrarse en el discurso público con el fin de hacer que el Estado sea receptivo de sus ideas y valores, en la inteligencia de que incluso en el caso de que el Estado actúe en formas inconsistentes con esas ideas y valores, los ciudadanos podrán de todos modos mantener su identificación con el Estado. Por esto, es importante que no se adopten disposiciones que ocasionen enajenación en los ciudadanos, dado que cuando los ciudadanos se sienten alienados de la voluntad general, o del proceso por el cual la voluntad general es creada, votar respecto de asuntos se convierte simplemente en un mecanismo de toma de decisiones, un mecanismo que puede fácilmente convertirse en opresivo y antidemocrático.

Los elementos importantes, para concluir, son la autodeterminación, la autonomía de la voluntad, la igualdad de los ciudadanos en tanto agentes autolegisladores, y el acceso equitativo al discurso público.