jueves, diciembre 22, 2005

Instituciones Públicas, Motivación y Ciudadanía.



En esta oportunidad, quiero comentar un texto de Fernando Atria, profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile, en el cual se exponen magistralmente ciertos puntos que parecían ajenos ya al debate.

La ponencia consta de dos partes: en la primera se discuten las condiciones necesarias para una política social igualitaria, además de mostrarse ciertas coincidencias entre la derecha y la izquierda que muchas veces pasan desapercibidas; como concluir que la igualdad sólo es posible en condiciones de abundancia material, o que la motivación de mercado es algo inherente al hombre, y por tanto inmodificable. La segunda parte gira en torno a desmentir esta última premisa, reconsiderando el impacto que tienen las instituciones sobre la estructura de motivación individual de las personas.

Mi comentario se centrará sobre todo en esta última parte, donde estimo que reside lo medular del texto: el desarrollo de la tesis que afirma que la premisa que consagra a la motivación de mercado como parte de la naturaleza humana, es sólo ideológica.

Pero, ¿Qué es la motivación de mercado?. Es lo que hace que las personas estén dispuestas a producir (o actuar) sólo en la medida que obtengan por ello un retorno. Es la base del "altruismo limitado" de Hume.

Este texto viene a dar una luz de esperanza a aquellos "huérfanos de la izquierda"(ideológicamente hablando), que se sumieron en tal estado luego de que Marx aceptara en la "Crítica al Programa de Gotha", que la motivación de mercado era parte de la esencia humana, pese a sostener otra tesis en el Prefacio a la "Contribución a la Crítica de la Economía Política", a saber:

"La totalidad de [las] relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se erige una superestructura jurídica y política, y a la que corresponden formas específicas de conciencia social" (Marx, 1858: 159-60).


Motivación y Ciudadanía

En base a lo expuesto, se puede trazar una diferencia entre una política liberal y una socialista (si esta última prefiere la posición que Marx sostiene en el Prefacio, y si acepta la premisa de que la "estructura básica" de la sociedad (Rawls) se corresponde con ciertas formas específicas de conciencia social") de la siguiente manera:

Los pensadores liberales se inclinan por dar prioridad a las formas de conciencia social, afirmando tácita o implícitamente que son anteriores a las instituciones de la estructura básica, es decir, son pre-institucionales; lo que hace que las últimas se adecuen a las condiciones fijadas externamente por las primeras. La política socialista niega esa prioridad, sin indicar esto que afirme la inversa.

Para reforzar esta diferencia, se hace referencia a la igualdad, donde para la izquierda lo importante no es la pobreza en sí, sino la reducción de esta, en tanto es causa de privación: en este contexto, las instituciones y políticas asistenciales tienen una finalidad asistencial más que redistributiva.

La visión que se trata de formular (socialista o "rousseauniana") incorpora el impacto de esas instituciones públicas en las "formas de conciencia social", cosa que la concepción liberal considera un hecho externo.

Este impacto se vería expresado en la tendencia que describe Giddens: "los ciudadanos serán crecientemente renuentes a pagar impuestos cuando lo recaudado no es utilizado en su beneficio"

¿Por qué ocurre esto?

"En la versión socialista...es un resultado (a lo menos parcial) del modo de diseño y funcionamiento de las instituciones públicas (que han sido notoriamente colonizadas por el mercado o su lógica en las últimas décadas, no sólo en Chile) y dar a ese hecho el lugar que le corresponde implica reconocer un criterio adicional de evaluación de las políticas e instituciones públicas. Quizás la introducción de sistemas privados de salud contribuye a modificar la imagen que los ciudadanos tienen de sí mismos y de sus deberes para con el otro, haciéndolos (entre otras cosas) más renuentes a pagar impuestos cuando lo recaudado no es utilizado en su beneficio.", afirma Atria.

Esto porque las instituciones definen el contenido de la ciudadanía, en el sentido de que son ellas las que definen los derechos y obligaciones que, en tanto ciudadanos, las personas tienen (ellas, incluso, determinan quiénes son y no son ciudadanos). Aquí está la tesis principal:

"Las instituciones no sólo constituyen el contenido de la noción de ciudadanía sino que también contribuyen a configurar la manera en que las personas se conciben a sí mismas y a sus relaciones con otros como personas que comparten una polis."


Para una mayo claridad, puede ser hecho otro contraste: la política puede ser concebida de un modo análogo en cierto sentido al mercado desde los orígenes de la tradición liberal. Para Adam Smith, el mercado es una institución cuyo atractivo es coordinar intereses, muchas veces antagónicos, como se aprecia en este párrafo:

"No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero la que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio interés. No invocamos sus sentimientos humanitarios sino su propio egoísmo; ni le hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas"(Smith, 1994:17).
Aplicada esta concepción a la política, ésta es pensada como una institución que transforma los intereses individuales en un interés común simplemente agregándolos, muy similar a lo postulado por J.S. Mill. La versión contemporánea de esta tesis es sostenida por la escuela "public choice", base del monismo motivacional: el individuo medio o representativo actúa sobre la base de la misma escala de valores tanto cuando participa en una actividad de mercado como cuando lo hace en la actividad política.

Conforme a esto, según los ciudadanos hobbesianos, la ciudadanía es la máscara con que las personas se desenvuelven en la vida pública, desarrollando su existencia preminentemente en la esfera privada. Surge por la necesidad de proteger lo privado de la intromisión de lo público.

A esta visión se opone la rousseauniana, donde el pacto social produce un gran cambio en el hombre, sobreponiendo la justicia social al instinto, y dando a las acciones la moralidad de la que carecían. Se da prioridad al derecho y al deber, antes que al impulso físico y el instinto; se escucha a la voz de la razón, antes que la de las inclinaciones.

Culmina concluyendo que las visiones de ciudadano no son ni verdaderas ni falsas, dado que son sólo descriptivas. Una política presupone una sociología, y esta última está dada por las instituciones públicas. Si lo que se cree es que las concepciones son pre-institucionales, lo observado en política será realista. Si, por otra parte, se sostiene que las instituciones determinan en gran forma la concepción de nosotros mismos y de nuestras relaciones con los demás; el aceptar como inmodificables las condiciones actuales que impone la concepción dominante, no es realismo, sino falsa conciencia.


Este texto nos impone el deber de reflexionar ante lo que se viene: la definición de las elecciones presidenciales. Se deberá decidir si lo que se quiere es la motivación de mercado como lema de las instituciones públicas, con el consiguiente desarrollo de ciudadanos hobbesianos; o un contrato social rousseauniano, en donde la justicia y la razón se impongan a la voz de las inclinaciones instintivas.

jueves, diciembre 01, 2005

Trabajo y Condiciones Laborales.



Este es un tema que me interesa particularmente: el trabajo y las condiciones laborles en Chile. Es un tópico que debía tratar. Comienzo:

Según datos de la dirección del trabajo, y en virtud de un estudio de la OIT; se estima que en Chile un 50% de los trabajadores viven en una situación irregular y un 18% en condiciones laborales precarias, mientras sólo un 32% tiene un empleo "decente", esto es, "contar con adecuadas condiciones laborales (seguridad social en previsión y salud), remuneraciones justas, estabilidad contractual, protección social para los trabajadores y que exista un equilibrio entre empleo y familia, según define el mismo estudio. Es decir, sólo un tercio de los chilenos trabaja en las condiciones en que debiera hacerlo. El gobierno ha hecho esfuerzos por mejorar la situación, como la elaboración del código del trabajo y la reducción de la jornada laboral, pero han sido insuficientes.

La situación es preocupante en América Latina, considerando que, aún con los datos otorgados, Chile y Costa Rica son los países con mayores niveles de "trabajo decente".

A pesar de que nuestro país ha desarrollado un gobierno cercano a la democracia, la legislación laboral no ha acompañado este proceso, no ha creado un marco regulatorio idóneo para velar por la correcta interacción entre el trabajador y el empleador.
En Chile el nivel de sindicalización es bajísimo, y las huelgas y paros no son para nada la regla general. ¿Por qué ocurre esto, si sólo un tercio de nuestros coterráneos trabaja en condiciones "decentes"?. Resulta paradójico que, pese a existir altos índices de situaciones irregulares y precarias, los trabajadores no manifiesten su malestar ni tampoco exijan mejores condiciones. Creo que esto se debe principalmente a la conocida frase: "la puerta es ancha, si quiere se va, afuera hay miles esperando por su puesto". Es una realidad sencillamente preocupante y aterradora, aquellos que tienen en sus manos el poder económico, también poseen nuestra calidad de vida.

Con respecto al desempleo, y en vista de la crisis a fines de los 90', el gobierno ha generado puestos de trabajo en forma directa, a través del fosis y las municipalidades; e indirecta, mediante subsidios a la contratación de trabajadores durante cuatro meses, financiando a las empresas el 40% del sueldo mínimo, más $50.000 destinados a capacitación. El objetivo de esto era que los nuevos trabajadores contratados, o se quedaran en su puesto por mayor tiempo del subsidiado (cuatro meses), o tuvieran más herramientas para moverse dentro del "mercado laboral"; pero los resultados fueron desesperanzadores: se crearon menos puestos de trabajo que los esperados, debido principalmente a que los empleadores sólo mantuvieron a los nuevos trabajadores por los cuatro meses que duraba el subsidio, rotándolos al cabo del tiempo señalado. No crearon nuevos empleos, y quién sabe cuánto se beneficiaron los que deberían haber sido "benefactores" con los bonos que sumaban $98.000 en total (el 40% del suedo mínimo, es decir,$48.000; más 50.000 destinados a capacitación). ¡Que gran cultura empresarial!. ¿Dónde quedó el "rol social de la empresa"?.

Un elemento importante a señalar es que el elemento exportador, gran actor en el crecimiento económico, no genera empleos (salvo el sector agrícola, que lo hace por temporadas), debido a que es menester abaratar al máximo los costos para poder competir en el mercado mundial.

En lo que respecta a la capacitación, esta última es una herramienta fundamental para el trabajador, en el marco de una nueva forma de contratar a nivel mundial, la flexibilidad y la volatilización del "mercado laboral". Los economistas actuales proponen que un trabajador posea horarios flexibles y pueda tener numerosos empleos; sin indemnización por despido y eliminando el sueldo mínimo. Esto funciona en países europeos y en EE.UU, donde la mano de obra es en su mayoría calificada y existe una cultura empresarial que propende más a una labor social (dentro de lo que puede hacerlo). Pero, ¿Qué ocurriría en Chile?. Tomando en consideración el paupérrimo nivel de calificación del "capital humano" (que término más odioso, al igual que "mercado laboral", pero muy a mi pesar, debo utilizarlo) y nuestra "cultura empresarial", quizás existiría menor desempleo, pero sin duda el sub-empleo sería altísimo, habrían trabajadores contratados por $40.000 (como actualmente hay) y otros dispuestos a ser fichados a un precio menor; no sería raro ver a personas trabajando en tres lugares, pero percibiendo sólo un poco más que el sueldo mínimo actual. Sinceramente, creo que Chile está lejos de encontrarse preparado para la "flexibilidad laboral", tanto por el bajo nivel de capacitación, como por el folklore empresarial. En Chile, sólo un 38% de las empresas cuenta con un programa de capacitación obligado, mientras en el mundo el promedio es de 92%. Sólo un 14% de las firmas destina recursos a capacitación, mientras que en el globo lo hace un 97% de ellas.
En cuanto a las prácticas de capacitación dentro de la empresa (como involucrar al trabajador en las decisiones de la firma, v. gr.) en Chile hay un índice del 26%, que contrasta con un 78% a nivel mundial. A su vez, en nuestro país se invierte en promedio por trabajador capacitado US$163, mientras que en el exterior se hace a un valor promedio de US$650. Resta mucho por hacer.

En cuanto al trabajo femenino, la inserción de la mujer en el mundo laboral no se ha visto acompañada por prácticas valorativas adecuadas, en cuanto a sus ingresos, puestos de responsabilidad y su rol en la sociedad. Su "incapacidad física" por ser eventuales madres y su "histórico rol doméstico", han incidido en prácticas discriminadoras. Así, entre 1990 y el 2002, el índice de mujeres con trabajo remunerado subió un 31%, llegando a constituir un 40% de la fuerza laboral. Sin embargo, la cesantía es más alta en el sector femenino, y sus remuneraciones son comparativamente más bajas que las de los hombres, ascendiendo la brecha a medida que aumenta el nivel educacional, a proporciones de hasta un 50%. Lo precario de su situación se manifiesta también en los planes de las ISAPRES, que tienen un costo mayor por el hecho de la eventual existencia de un embarazo.

Otro tema preocupante es el de los jóvenes entre 15 y 19 años, que trabajan sin contrato, con remuneraciones bajísimas, sin protección social, horarios incompatibles con el estudio e imposibilidad de capacitación. Se trata de adolescentes que han dejado de estudiar por razones económicas y que han asumido un rol económico activo en su familia, estando dispuestos a trabajar "a cualquier precio". En este sentido, las políticas se han centrado en desincentivar este tipo de empleo, orientándose a retener a los jóvenes en los recintos estudiantiles, para que terminen su escolaridad, pero han sido vistosamente insuficientes.

En conclusión, es posible afirmar que resta mucho por hacer en esta materia, las malas condiciones laborales tanto físicas como psicológicas son regla general hoy en día, testimonios como los de temporeras que son obligadas a trabajar con pañales para que no vayan al baño, además de ser encadenadas para que hagan su trabajo, nos hablan de un sector empresarial carente de toda ética laboral y una falta de respeto total por el que producirá los ingresos de los que posteriormente vivirán; es de esperar que los nuevos conductores de Chile (si es que pueden llamarse nuevos) que serán elegidos por nosotros el 11 de diciembre, tomen consciencia de este tópico y hagan algo por revertir esta situación.