sábado, noviembre 26, 2005

¡Consumo!; ¡Consumo!; ¡Consumo!.



Hoy, echando un vistazo a las noticias en la televisión, dí con una que llamó profundamente mi atención, además de aterrarme profundamente. Estaba ilustrada con espantosas imagenes, en las que personas como usted o como yo, se encontraban agolpadas como una enorme manada tras una puerta de vidrio. Luego de darse un aviso, se abrió esta puerta, y la masa de gente entró a una velocidad impresionante, casi como un aluvión. Muchas de las que estaban en la vanguardia de este grupo cayeron, mientras el resto pasaba sobre sus miembros sin miramientos, pisoteando caras, abdómenes, brazos y piernas. Pero no bastó con eso, ocurrió lo más terrible y despreciable: unos cuantos individuos, luego de haber ingresado al recinto, se dedicaron a botar por medio de combos y patadas al resto que venía entrando, lo que formó una pila de cuerpos humanos, una masa de estructuras retorciéndose en el piso, como anhelando una luz, la satisfacción que habían venido a buscar.

¿Cuál era el motivo de esta terrible escena?.

Nada más ni nada menos que la pandemia del siglo XXI: el consumismo. Una fuerte rebaja en cierto producto ocasionó esta terrible situación, en donde seres humanos olvidaron su condición de tales y se comportaron como ganado, que pese a estar en un conjunto con sus pares no tuvieron empacho en golpearlos y pisotearlos, creyendo cada uno de ellos ser los únicos que existían en ese momento.

Es increíble el hecho de que un bien sea más importante que una persona. Este fenómeno se puede apreciar también en el caso Pinochet, en donde fue enjuiciado antes por sus cuentas que por las violaciones a los derechos humanos; es decir, fue más relevante el hecho de que robara a el que ordenara matar y torturar a seres iguales a él. Pero eso es tema para otro comentario.

"El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta", dicen los investigadores. Mientras más de 3000 millones de personas, es decir, casi la mitad del planeta, vive con US$2 diarios (unos $1200 chilenos); el 25% restante (1700 millones) ha adoptado un estilo de vida que en el pasado era exclusivo de los acaudalados.

Sin embargo, este apetito insostenible no sólo está afectando a los pobres, sino también a los sectores de más ingresos. Los mayores índices de obesidad, el endeudamiento crónico, la eterna escacez del tiempo y la degradación ambiental son algunos de los síntomas del consumismo, una enfermedad que ha alcanzado ribetes impensados.

El instituto Worldwatch cree que el consumismo que afecta a los países desarrollados y a los que están en vías de serlo ha ejercido presiones sin precedentes sobre los recursos naturales del planeta. Los bosques, tierras agrícolas, selvas y espacios vírgenes son arrasados para dar paso a casas, industrias, centros comerciales, etc. "El consumismo destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil el que los pobres satisfagan sus necesidades básicas", agrega Christopher Flavin, el director del centro de estudios.
Según el mismo instituto, el país con más altos índices de consumo es Estados Unidos, donde hay más automóviles que personas que puedan conducirlos. Sin embargo, sólo un tercio de ellos declaró ser "muy feliz", cifra que es igual a la de 1957, donde los niveles de consumo ni siquiera rasguñaban los actuales.

Sin mayor esfuerzo se deduce que el consumismo sólo otorga niveles pasajeros de "felicidad", que más que eso constituye una sensación de bienestar, al haber satisfecho una necesidad imperiosa, que paradójicamente no es vital, sino creada o artificial.

Ya se hace típico el ver a personas que apenas disponen de dinero para comer o vivir en forma digna, pero extrañamente tienen un televisor con pantalla plana y dolby sorround, un equipo musical de última tecnología, un refrigerador nano silver, o una lavadora de gran valor comercial. Realmente es penoso el hecho de que la publicidad haya creado necesidades antes inexistentes para estas personas, incrustándoles en sus mentes la idea fija de obtener un bien que les producirá una satisfacción garantizada, pero que a fin de cuentas sólo llena por una milésima de segundo el vacío generado por numerosas injusticias y desigualdades sociales, por problemas derivados de ellas, o por los variados sucesos de un trágico historial de vida.

En efecto, el consumismo se ve incentivado esencialmente por:

  • La publicidad,
  • La predisposición de usar y tirar de muchos productos,
  • La baja calidad de algunos productos que conllevan un período de vida útil relativamente corto, y que son atractivos por su bajo costo,
  • Algunas patologías como la obesidad y la depresión, que nos hacen caer en publicidad engañosa, creyendo que con esto podemos resolver nuestro problema consumiendo indiscriminadamente productos de diversa índole,
  • La cultura y la presión social, etc.

Además de generar daños en los recursos naturales, contaminación, desequilibrios económicos, desigual distribución de la riqueza, aumento en los niveles de basura; produce efectos familiares, como el endeudamiento y el consumo de bienes innecesarios. También altera la alimentación, con la oferta a bajo costo de productos de mala calidad contenedores de basura inorgánica.

El consumismo y el inmediatismo son problemas preocupantes, que para mi al menos constituyen una enfermedad social, que debilita la crítica y el análisis, y desvía la atención de aquellos asuntos relevantes, volviendo superfluo a lo trascendente y fundamental a lo efímero.

Mi objetivo, como siempre, es que mediten sobre el tema. Espero que esta pandemia no se expanda más allá de los frágiles límites de la razón, aunque creo que ya lo hizo.

miércoles, noviembre 23, 2005

Distribución del Ingreso.


Un tema muy en boga en los últimos meses, sobre todo a raíz de las elecciones presidencial y parlamentaria; es la abismante desigualdad existente en Chile, lo que nos conduce inevitablemente a la distribución del ingreso. En Chile, la diferencia entre el 5% que percibe menos ingresos, y el 5% que amasa más, es de la preocupante cantidad de 204 veces(datos en MIDEPLAN). Qué país puede decir que está en vias de desarrollo si tiene ese índice de desigualdad. Es increíble que ante las favorables cifras macroeconómicas, los numerosos TLC, la apertura al comercio exterior, el alza en el precio del metal rojo, y tantas otras buenas noticias que salen en los diferentes medios de comunicación; figuren semejantes cifras de desigualdad en el ingreso. Se podría decir con bastante seguridad, en base a datos proporcionados por un estudio de Harald Beyer y Carmen Le Foulon (Documento disponible en la página web del CEP, a saber, http://www.cepchile.cl/dms/lang_1/doc_3031.html ) que esta es una situación que se arrastra desde los años sesenta, en donde en un contexto de aumento general del nivel salarial, hubo un importante incremento de la dispersión en las remuneraciones. Así, mientras el crecimiento en los salarios por hora de los que estaban en la parte inferior de la distribución salarial, ascendía a una tasa promedio anual de un 3%, los salarios de los grupos ubicados en la parte superior de la distribución anual lo hacían a un 6% promedio al año. La situación se vió agravada con la gran inflación a comienzos de los setenta, que disminuyó considerablemente los salarios reales de los quintiles más bajos, contexto que empeoró aun más con la crisis del 75' y la del 80'-82'. En estos períodos se experimentó un alto desempleo, lo que redujo en mayor medida los ya mermados salarios. Hay que tener en cuenta que, en virtud de los principios del modelo económico imperante en la época, que continua con gran fuerza hoy; el desempleo significa sí o sí una baja en los ingresos domésticos, ya que en estas circunstancias hay mayor oferta por mano de obra, lo que es un incentivo para las empresas que demandan trabajo a bajar las remuneraciones, ya que un cesante estará dispuesto a ingresar al "mercado laboral" a cualquier costo, con tal de salir de su angustiante situación. Asimismo, los que están trabajando, ven disminuir además de sus ingresos, sus derechos y la calidad del entorno en que se desenvuelven desarrollando sus actividades laborales. Esto se agrava aún más si se está en presencia de un aumento inflacionario, ya que, siguiendo a economistas como Keynes, en este contexto se debe resolver el dilema de si se opta por disminuir la inflación, o por aplacar el desempleo, dado que ambas cosas no se pueden resolver simultáneamente. Por ejemplo, en el Estados Unidos que vivió la crisis del 29', se optó por terminar con la inflación, lo que trajo graves consecuencias para los cesantes, que subsistieron por bastante tiempo. La misma crisis -en donde Chile fue el país más afectado a nivel mundial- provocó la toma de medidas a nivel estatal que configuraron el escenario que en los sesenta habría de causar una dispersión en la distribución salarial. En los noventa, se produjo una leve disminución de la desigualdad en la distribución del ingreso, pero no pudo cicatrizar las profundas llagas originadas en los sesenta y setenta. Esto a pesar de que desde el 84' al 94' dos millones de personas dejaron de estar bajo la línea de la pobreza.

Pese a los avances logrados en el último tiempo, y las políticas en educación implementadas por los distintos gobiernos, la desigualdad sigue siendo un problema subsistente. Planteo lo de la educación porque, según el estudio ya citado, y siguiendo a diversos economistas; esta materia es una de las grandes causantes de la desigualdad. El sector calificado triplicó sus salarios desde los sesenta hasta hoy, mientras que el sector no calificado sólo los duplicó. Esto teniendo en cuenta que los ingresos del sector profesional ya eran mucho más altos. Pese a esto, la diferencia que hoy se aprecia, es por el crecimiento del quintil más alto, que no se ha visto mayormente afectado por las crisis del 70', 75' y 80-82, siendo los ingresos de la clase media los más afectados. El sector que completaba la educación media en los sesenta, ganaba la mitad más que el que sólo terminaba la básica. Hoy esa cantidad se ve disminuida a un 35%. Todos pensaríamos que es un avance, pero no es así; lo sería si el sector menos calificado hubiese aumentado su salario, pero fue el sector medio el que lo vió disminuir.

Hay que considerar que el sector más pobre es el que presenta menos desarrollo en "capital humano", lo que provoca un detrimento en sus ingresos. Si pensamos en un hogar de este sector, además de percibir menores remuneraciones por la no capacitación, presenta la más alta tasa de desocupación femenina, que se produce por la falta de educación escolar. Esto agrava aún más su situación.

Hemos visto que el problema no se gesta en los años recien pasados, sino que es consecuencia de eventos que provienen desde la crisis del 29', que afectó a nuestro país de una forma atroz. El mejorarlo es responsabilidad no sólo del gobierno, sino también del sector empresarial, que debe aceptar una mejora en las condiciones laborales y otorgar salarios más equitativos, proporcionales al trabajo realizado y a la contribución de este en los ingresos productivos. No basta sólo con producir empleo, como los economistas monetaristas y keynesianos creen, sino que este además debe ser de calidad -sin subempleo- y con un salario digno.

miércoles, noviembre 09, 2005

El Modelo Económico en la Constitución.


El constitucionalista Arturo Fernandois(MPA Harvard), publicó un artículo hoy, 9 de Noviembre de 2005 en "El Mercurio", en donde cuestiona desde la perspectiva de la Constitución Política de la República, la propuesta de algunos candidatos acerca de cambiar el modelo económico. Señala:

En realidad el modelo puede cambiarse bastante, pero no radicalmente. Para un reemplazo completo habría que modificar nuevamente la Constitución. Esto implica rediseñar los consensos básicos del humanismo libertario que sustenta la institucionalidad.
En base a esto, cabe deducir que hay un modelo económico respaldado por la Constitución, cuyos cimientos están bastante arraigados(tanto o más difíciles de modificar que las normas de la propia Carta Política), pudiendo cambiar sólo partes de la ornamentación. Además, se infiere que el marco ideológico de la Constitución, está conectado estrechamente con dicho modelo económico, algo bastante conocido por lo demás. Pese a esta lógica deducción, añade:

"La Carta Fundamental no opta por un modelo económico preciso, y por tanto admite muchos modelos posibles que sean coherentes con el conjunto de principios y valores que cimentan el ordenamiento jurídico chileno."

Ante esto cabe hacerse la pregunta: ¿Qué incluye esa tan variada gama de modelos económicos posibles?. Respuesta: neoliberalismo económico y sus variantes. Elija, la Constitución le proporciona una gran variedad de modelos de los cuales usted (o mejor dicho representante) puede escoger el mejor. Dejando la ironía, no se establece claramente qué modelos son coherentes con "el conjunto de principios y valores que cimentan el ordenamiento jurídico chileno", pese a que sea deducible sin un gran esfuerzo. Continúa:

"Como contrapartida, la Constitución no toleraría un reemplazo al sistema de valores y principios que fundan el llamado "modelo". En estos valores, la carta no es neutra. Si se tratara de terminar con el sistema económico basado en la libertad, la subsidiariedad del Estado, el derecho de propiedad privada, el libre emprendimiento económico - que permite empresas incluso en materia de salud, previsión o educación- u otros como la proporcionalidad tributaria, la política monetaria independiente y otros valores insertos en la Constitución, entonces aquel candidato o Presidente reformista enfrentaría serias dificultades políticas. Su ideario se transformaría en inviable."




Después de leer este párrafo, queda claro que la Constitución protege un determinado sistema económico, si no es así; ¿Dónde está la variedad de modelos con estos valores?. El sistema económico resguardado es claro: neoliberalismo económico. Simplemente, lo que hago aquí es expresar algo absolutamente conocido ya por todos. El autor se contradice en varios puntos, ya que lo que expresa en los párrafos citados -provenientes del mismo artículo, por supuesto-, se podría sintetizar de la siguiente forma: "puedes modificar en gran parte el modelo, pero no puedes cambiar sus bases ni sus valores y principios, siendo los cambios introducidos sólo transitorios". Entonces, ¿Se puede cambiar realmente el modelo?. La respuesta a esta interrogante es no, aunque el autor haya querido dejar la impresión contraria. Máxime cuando los grandes cambios a los que se refiere, se reducen a políticas económicas dentro del mismo modelo, como la política cambiaria o impositiva. Esto último aclara aún más mi tesis.
Por otra parte, pretende desviar la atención y confundir al lector, ya que primero define "modelo económico" como "un conjunto coherente de políticas económicas determinadas", cuyo contenido recae obviamente en "la autoridad de turno: el Presidente, el legislador, los creadores de políticas públicas, esencialmente transitorias". En otras palabras, reduce la definición de "modelo económico" a las políticas económicas transitorias impulsadas por el gobierno de turno, es decir, algo que puede modificarse mes a mes, si se quiere. Mas luego, al referirse a la inviabilidad de los pretendidos cambios a dicho modelo, incluye en este un factor no enunciado en la definición anterior: sus principios y valores. No sólo ocultó esta información, sino que además omitió el hecho de que están protegidos constitucionalmente, lo que en sí no es menor, sino todo lo contrario.
Cabe sorprenderse ante las políticas "socializantes" propuestas por el autor, entre las que nombra el aumentar o disminuir impuestos, algo que supuestamente fue citado como externo al modelo, en circunstancias de que un modelo neoliberal lo permite, e incluso lo promueve en muchos casos; es más, contempla instituciones para ello.
Por otra parte, habla de grandes armas con las que cuenta el presidente para enfrentar a la autoridad económica independiente (Banco Central), las que se reducen a "acciones negativas", es decir, únicamente puede negarse a hacer algo, como por ejemplo, firmar un tratado internacional. ¡Grandes armas!. Pero esta orgía de pachotadas aún no termina:

"Una vez terciada la banda presidencial, el Presidente podría implementar políticas agresivas de igualdad, por vía de imponer limitaciones al derecho de propiedad privada. Para esto requiere de leyes de quorum simple, algo que su coalición política le proveerá con facilidad. Su límite jurídico es no afectar la esencia del dominio o de sus facultades"..."lo probable es que el Presidente llegue a asfixiar bastante la propiedad privada antes de que los fusibles institucionales lo detengan."



Esto significa que el presidente, aunque apruebe numerosos proyectos de ley encaminados a sustentar cierto modelo económico de carácter izquierdista -digámoslo de una vez-, se verá frenado por los "fusibles institucionales". Sencillamente notable y digna de destacar, es la osadía del autor para contradecirse tan descaradamente en un medio de difusión pública. ¿No era que la Constitución no protegía ningún modelo económico claramente?. Para terminar agrega:


"...hasta cierto punto la Constitución permitiría en paz el proceso, siempre que no se vulneren derechos fundamentales ni las bases de libertad, propiedad e igualdad que alimentan el sistema constitucional mismo."

Es decir, la Constitución no intervendría como posible barrera si se respetan principios y valores consagrados en ella (que extrañamente coinciden en gran parte con los del modelo económico), tales como la subsidiariedad o el libre emprendimiento, bases que la izquierda no considera generalmente dentro de sus postulados. Entonces,¿ Se puede cambiar el modelo?. ¿Protege la Constitución un modelo determinado?. Saquen sus propias conclusiones.

martes, noviembre 08, 2005

¿Verdad, Justicia o Libertad?


Una vez que ingresé a Derecho, accedí, entre muchas otras cosas; a diferentes controversias que muchas veces se entienden resueltas, o simplemente no son objeto de debate público. Que lleguen a serlo parece una necesidad, sobre todo cuando se trata de temas tan relevantes y trascendentales, que pueden fácilmente determinar de variada forma los actos que se producen en una sociedad. Una de estas controversias se relaciona con la importancia o el orden de prelación asignado a ciertos valores fundamentales que se entiende debe tener un ordenamiento jurídico, esto, como es evidente, según lo que cada uno espera de él. Entre dichos valores se encuentran la verdad, la justicia y la libertad. Se les ha presentado muchas veces en conflicto, especialmente se enfrenta a la verdad con la libertad, aduciendo que la búsqueda de la primera, necesariamente pasa por encima de la segunda. Esto se produce, según esta tesis, porque el hecho de que un ordenamiento busque la verdad, implica que asume la existencia de un concepto unívoco de ésta, por lo que la posibilidad de que otra visión de la verdad emerja, está vetada. Es por esto que atenta contra la libertad, que para los sustentadores de esta tesis, es el valor supremo que el ordenamiento jurídico debe proteger. Pero, ¿es tan conflictiva la relación entre estos dos valores?, ¿Qué tiene de especial la libertad, que la hace más importante que la verdad o la justicia? Personalmente creo que esta colisión no es tan inminente ni perjudicial. Es indudable que la libertad es un valor que se debe proteger a toda costa, pero la verdad y la justicia merecen el mismo trato. ¿Acaso hay un concepto unívoco de libertad? La situación en que se encuentra este término es parecida a la que envuelve a los otros dos conceptos mencionados. Asi, la imposición de un concepto de libertad también implica bañar de cierta ideología al ordenamiento jurídico. De esta forma, si lo que prima es la concepción de libertad que posee el relativismo, el resultado será distinto al que se produce si la visión que impera sobre el mismo término es la del pluralismo, o la del universalismo; por lo que la aceptación a ciegas de lo que implica un concepto de libertad también puede llegar a trastocar a los demás valores.
Para qué hablar de lo que ocurre en el caso de la justicia, se ha intentado dilucidar el término desde los tiempos de Aristóteles o Ulpiano hasta nuestros días, sin llegar a un acuerdo al menos explícito.
Por todo lo anterior, creo que no es necesario establecer un orden de prelación entre los valores mencionados, ya que todos merecen igual trato. El que nuestra sociedad -o mejor dicho, ciertos sectores de ella- haya sobrevalorado la libertad, no significa que este sea un valor naturalmente superior a los demás, que muchas veces son más requeridos y apreciados. Esto sin desmerecer sus implicancias y lo importante de su existencia.
Lo ideal sería que la busqueda de la verdad de un caso particular, lleve a la justicia, y esta a una libertad íntegra. ¿Hay libertad sin verdad ni justicia?. Si existe en estas condiciones, sinceramente prefiero no tenerla. Estos tres valores son complementarios, a la sazón de que uno sin los otros no tienen el mismo cariz; pierden gran parte de las características que los hacen valiosos para nosotros.

Espero que este blog sea una instancia de debate e intercambio de visiones. La discusión está abierta.

Alex Figueroa F.